Cuando un ser querido se nos va, hay diferentes formas de que podamos aceptarlo.
Con la cabeza puedes jugar, la entretienes, la cambias de gorra, la estimulas con el deporte, con teorías interesantes sobre cualquier cosa.
Pero con el bocado del estómago, qué podemos hacer, esperar a que baje la inflamación, esperar a que ese hueco pueda llenarse de olvido, embaucando a los que amas con reclamo para no sentir la soledad tan grande que se queda.
Entonces te planteas el todo y te planteas la nada. Asumir, seguir, respirar, comer. Con el tiempo, volver a ilusionarte, volver a sonreír sin teatro, seguir y seguir avanzando en esta línea del tiempo llamada vida, por los que te quieren y sí, también por ti porque realmente, muy pocas personas quieren a la hora de la verdad, morirse.
Educada en colegios católicos, en valores cristianos que yo misma he promulgado; De familia de brujas, con historias fantásticas que más de una vez protagonicé y que me hicieron enloquecer por no comprender el porqué ocurrían...
Hoy día, en qué puedes creer... Qué tipo de creencias tienes ahora.
En qué punto se enlaza la física con la fe y la fe con la realidad de la ausencia. ¿Es necesario, a cierta altura de esa línea del tiempo, entender la existencia como parte puramente científica?
Lo cierto es que los grandes científicos como Spinoza y su discípulo en este aspecto, Einstein, entendían la idea de dios por el propio misterio en sí del universo, no como un dios personal, sino como responsable del arbitrio de todo lo que existe tan bello, tan inalcanzable, tan infinito.
Y entonces en este siglo, a mayor información, ¿más desconocimiento?, ¿mayor necesidad de fe o mayor pérdida de ella?
Comprender con cerebro humano proporciones cósmicas, ¿es posible?, ¿queremos?, ¿podríamos soportarlo?
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