Entre tú y mi reflejo
Pero si fuéramos nobles, si fuéramos capaces de llegar a ese punto de madurez donde conciliar que la forma de ser de los otros puede ser distinta a la nuestra y, a su vez, tolerarlo y respetarlo, dónde está el punto entre comprensión o tolerancia, y justificación o autoengaño.
Resulta que el amor puede hacerte libre; y pongo un ejemplo: en mis peores momentos vitales, lo único que me ha sacado de ellos ha sido el amor propio y el amor a mis familiares.
Pero también puede llegar a angustiarte en ese sentido, pues ¿acaso justificamos a los demás para excusar nuestros inasumibles errores?
¿Excusamos la desobediencia de un hijo porque está en una edad complicada o asumimos que hemos sido demasiado permisivos? ¿Excusamos el carácter de un hermano o comprendemos que le hemos estado haciendo la puñeta, a su entender? ¿Comprendemos a nuestra pareja y la aceptamos o ponemos excusas porque su punto de vista es diferente al nuestro y eso no nos encaja?
Muchas veces esta capacidad de comprensión la tienen más los niños, libres de persuasiones de la edad, que los propios adultos, reflejados en el resto.
Confío en que las personas (hombres o mujeres prudentes y formales, según la RAE), tendemos a mejorar e incluso a superar nuestros errores además de aprender de ellos. Por tanto, tarde o temprano, ¿lograremos pasar de la justificación del error propio visto en los demás, a la sumisión de los mismos para la tolerancia y ayuda al otro?
Léase “Las leyes del espejo”, de Yoshinori Noguchi.
Muy interesante
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