DE LO PERMANENTE Y LO TRANSITORIO
EL INFINITO
PERMANENCIA
LO IMPORTANTE DE LA VIDA
Ayer, viendo un documental sobre la historia de Grecia pensé en la permanencia. Y se me ocurrió el juego de hacer preguntas al respecto.
Algunos ante ¿qué piensas cuando te digo permanencia? responden con el nombre de una compañía de teléfono, hablan de tatuajes, de la primera división de fútbol, de perseverar en una actitud o punto de vista y, por último, incluso mi propio hijo me decía la información de la RAE: duración firme, constancia, perseverancia, estabilidad, inmutabilidad.
Una mente científica, incluso una nihilista, te diría que nada permanece, que todo cambia, que no hay una eternidad para nada. Que lo único que permanece es la energía y que, incluso esta, tiene una durabilidad. Por tanto nada permanece.
Una mente sencillamente humana que busca, como la mía, y que está abierta a aprender, quiere centrarse en cosas más concretas como una simple discusión de pareja.
Una pareja que se quiera y elija voluntariamente tener una relación en la que pueda concluirse ante un conflicto, debería poder entender el raciocinio del compañero, para entender que cerebros distintos piensen de forma distinta y, además, sean capaces de entenderse, tolerarse y hasta lo mismo llegar a estar de acuerdo.
Obviamente sin una cuna de respeto y actitud abierta va a ser una tarea arduamente imposible.
La pareja que logre con menos discusiones entender cómo se desarrollan las ideas en el otro es, sin duda, porque a base de cada cual autogestionarse en situaciones similares ha conseguido entenderse a uno mismo para, en el caso oportuno, abrirse y tolerar, con paciencia de santo que quizás nadie tuvo contigo, pensamientos distintos de tu pareja.
Ante un caso, la persona puede analizar de forma científica lo real, lo que está ocurriendo y tomar una decisión, porque los datos siempre serán los datos, pero no, no es tan simple quitarse la ropa vestida desde la infancia donde se han ido adhiriendo emociones, formas de percibir el entorno, valores, logros, pecados y errores.
De ahí que la autogestión sea tan importante para recuperar esos momentos donde tuviste que razonar, conocer cómo lo hacías, cómo desarrollabas una idea, cómo más de una vez errabas, y más de muchas otras acertabas. Porque se trata de eso, de aprender entre errores y aciertos para, llegado el momento, posicionarte en el lugar del compañero, entender que esa guerra ya la venciste y ayudar al otro a superarla, porque nos importa. Porque todo lo que importa es lo que permanece y trasciende. ¿El resto? El resto es transitorio. El resto no debiera de quedarse arraigado, sin más razón que para recordarlo o para hacerte crecer y rescatar lo sentido en ese instante, para utilizarlo con sentido en una futura ocasión.
Os hablo de que necesitamos el crecimiento primario personal para la interrelación, de cualquier tipo, con los demás donde pueda llegarse al consenso, y donde quizás seamos capaces hasta, como pensaba Hegel, ser felices a partir de esa felicidad que creo en los otros.
Luchar por la permanencia de lo que importa es vital para cada momento de la vida. En tu trabajo, en tu familia y entorno, en tus inquietudes. Porque eso te va a ahorrar tiempo, va a hacer que los conflictos los entiendas como puras transiciones y pasen más livianamente, siendo capaz de dar importancia exclusiva a lo permanente.
Todos tenemos pequeños objetivos en cada día. Por ejemplo, si tengo barbacoa en casa es más que probable que ese día deje el hogar impecable; ese es mi pequeño objetivo, mi casa perfecta para la visita. Pero hay un objetivo aún mayor en todo ello, deseo sobre todas las cosas: el bienestar de mi familia, verlos felices ese día en un entorno cómodo y bonito, que no les falte de nada, porque adoro verlos felices y tampoco soy el Maquiavelo de nadie.
Cada uno de los pequeños objetivos de nuestro día a día debería ser parte de un objetivo mucho mayor que provoque emociones, sueños, pureza y crecimiento.
Yo no educo a mi hijo en tolerancia para que no le peguen en el colegio, sino para que sepa pensar, para que piense libremente y con respeto tolere pensamientos distintos y libres. Pero si no soy capaz de eliminar lo aprendido, lo que a mis ojos controlo, y descubro mejor, nuevas maneras de valorar la educación, como el debate y la conversación, en vez de un autoritarismo absoluto, nada va a permanecer que sea positivo.
Una mente pobre tendrá pobres sueños, pobres objetivos, pobres crecimientos.
Una mente cultivada, consciente del sometimiento de errores, consciente de la superación y penitencia positiva de los mismos, será capaz de dilucidar entre lo que trasciende como permanente y lo que simplemente es transitorio y tiene la durabilidad justa. Una mente consciente de su necesidad de control por lo que ha entendido que es hacer las cosas en condiciones, va a ser súper reticente en aceptar otros caminos que puedan ser mismamente válidos o incluso mejores, por la necesidad de ese controlar la situación y no caer en estado de ansiedad por la incertidumbre que ocasiona.
Luego está la chicha del asunto, y es que, qué entiendes tú por importante; de ahí también la necesidad de conocerse para comprender los valores que arraigan también en el otro y ver si son solubles o no.
La historia nos deja permanencias importantes para conocer los valores que hacen el pensamiento crítico humano, la forja del calor de la humanidad. Ello nos dará las pautas para entender que el tiempo perdido no se recupera, los gritos de un conflicto, las lágrimas de un desencuentro, las palabras que luego pesan, todo ello solo es algo transitorio que si valoras tu tiempo has de evitar y, por ello , la eficacia del acierto y la tolerancia, nos clama al enfoque en lo que queda para siempre, lo importante, lo que trasciende, lo permanente como manera absolutamente sana, fructífera y duradera de interrelacionarnos.
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